En el 2003 Independiente Medellín visitaba por primera vez el mítico estadio sudamericano, donde dicen que no se escucha absolutamente nada dentro del terreno de juego, solamente los gritos y cánticos de la fanaticada.
El Rojo era un equipo que apenas había participado en dos copas Libertadores, 1967 y 1994, por lo que se esperaba una verdadera humillación en el terreno gaucho: era el primer partido internacional de la gran mayoría del plantel y al frente estaba el poderoso Boca, tetracampeón continental, con su flamante técnico bicampeón del mundo.
Sin embargo, contra pronóstico, Medallo no se dejó maniatar de los argentinos y poco le importó la camiseta que tenía al frente. ‘Choronta’, ‘Mao’ y David Montoya tocaban el balón de un lado para el otro y a Boca no le quedó de otra que incurrir en el juego sucio para ablandar a los «desconocidos» que lo estaban haciendo ver mal.
El plan de Víctor Luna estaba saliendo a la perfección, hasta que el juez brasilero, Márcio Rezende, le dio por dramatizar de más un intercambio de manotazos entre Felipe Baloy y Guillermo Barros Schelotto y dejó con 10 diez a ambos equipos.
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Para suplir el hueco que había quedado en la defensa a Luna se le ocurrió sacar a dos de los jugadores que mejor estaban jugando, ‘Mao’ y Montoya. De nuevo el plan parecía funcionar, pero un error en el rechazo de Amaranto Perea produjo el primer gol de su rival. En los pies de Tresor estuvo el empate, pero esa noche comenzó la fama de Abbondanzieri en los penales.
El marcador terminó 2×0 a favor de Boca Juniors y el vestuario Rojo fue una caldera. ‘Choronta’ Restrepo no podía creer la manera en cómo se había perdido y le hizo recriminaciones al técnico. Luna tampoco se quedó callado y culpabilizó a su capitán por el segundo gol de Boca Juniors. Palabras fuertes de un lado, palabras fuertes del otro…así narran la historia los protagonistas.